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Nos parece que en la inteligencia hay una facultad fundamental, cuya alteración o carencia es de la mayor importancia para la vida práctica. Esta facultad es el juicio, también llamado buen sentido, sentido práctico, iniciativa, la facultad de adaptarse uno mismo a las circunstancias. Una persona puede ser un imbécil o un imbécil si carece de juicio; pero con buen juicio nunca puede ser ni lo uno ni lo otro. De hecho, el resto de las facultades intelectuales parecen de poca importancia en comparación con el juicio.