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  • La existencia humana no puede ser silenciosa, ni puede nutrirse de palabras falsas, sino sólo de palabras verdaderas, con las que las personas transforman el mundo. Existir, humanamente, es nombrar el mundo, cambiarlo. Una vez nombrado, el mundo reaparece a su vez ante los que lo nombran como un problema y les exige un nuevo nombramiento. Las personas no se construyen en el silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción-reflexión.