-
La única razón por la que no abrimos nuestros corazones y mentes a otras personas es porque desencadenan en nosotros una confusión que no nos sentimos lo suficientemente valientes o cuerdos como para afrontar. En la medida en que nos miramos a nosotros mismos con claridad y compasión, nos sentimos seguros y sin miedo de mirar a los ojos de otra persona.