Normalmente, los defensores de los experimentos con animales no niegan que éstos sufran. No pueden negar el sufrimiento de los animales, porque necesitan subrayar las similitudes entre los humanos y otros animales para afirmar que sus experimentos pueden tener alguna relevancia para los fines humanos. El experimentador que obliga a las ratas a elegir entre la inanición y la descarga eléctrica para ver si desarrollan úlceras (y lo hacen) lo hace porque la rata tiene un sistema nervioso muy similar al de un ser humano, y presumiblemente siente una descarga eléctrica de forma similar.