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  • Su desesperación y su miseria la arrastraron como una tormenta que se adueña del mar. Volvió su mente incluso a estos sentimientos, porque eran suyos, como su rabia aterrorizada en el ascensor cuando se habían conocido, estar envuelta en sus brazos en el frío pozo, estar deslumbrada por su asombro ante los bosques y su hogar y ella. Como ser un niño, consciente de él el coro matutino que la despertaba y la nana que la enviaba a dormir, sus pensamientos siempre su primera y última canción.Te quiero, le dijo Kami, y cortó.