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  • Porque media docena de saltamontes bajo un helecho hacen resonar el campo con su importuno chirrido, mientras miles de grandes reses, reposadas bajo la sombra del roble británico, rumian y callan, ruega que no se imagine que los que hacen el ruido son los únicos habitantes del campo; que, por supuesto, son muchos en número; o que, después de todo, son otros que los pequeños, arrugados, exiguos, saltarines, aunque ruidosos y molestos insectos del momento.

    Edmund Burke (1963). “Edmund Burke: Selected Writings and Speeches”, p.557, Transaction Publishers