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Imagínese (si se atreve) un matrimonio caprichoso entre Lord Dunsany y S.J. Perelman, y tendrá algo parecido a los cuentos de Rhys Hughes, llenos de colores chillones, payasadas, juegos de palabras, criaturas fantásticas y algún que otro escalofrío inesperado. El mundo de Hughes es mágico, y su lenguaje es lo más mágico de todo.