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  • Lo ideal sería que el consumidor no aceptara nada con firmeza, que nada exigiera un compromiso hasta que la muerte nos separe, que ninguna necesidad se considerara plenamente satisfecha, que ningún deseo se considerara supremo. Todo juramento de lealtad y todo compromiso deberían ir acompañados de la condición "hasta nueva orden". Lo que realmente cuenta es la volatilidad, la temporalidad intrínseca de todos los compromisos; cuenta más que el propio compromiso, al que de todos modos no se le permite durar más que el tiempo necesario para consumir el objeto del deseo (o, más bien, el tiempo suficiente para que la deseabilidad de ese objeto disminuya).

    Zygmunt Bauman (2013). “Globalization: The Human Consequences”, p.56, John Wiley & Sons