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  • Parece entonces, digo yo, que dejas la política enteramente fuera de la cuestión, y nunca supones, que un magistrado sabio pueda justamente ser celoso de ciertos principios de la filosofía, tales como los de Epicuro, los cuales, negando una existencia divina, y consecuentemente una providencia y un estado futuro, parecen aflojar, en gran medida, los lazos de la moralidad, y pueden suponerse, por esa razón, perniciosos para la paz de la sociedad civil.

    David Hume, Tom L. Beauchamp (2000). “An Enquiry Concerning Human Understanding: A Critical Edition”, p.101, Oxford University Press