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  • Ningún otro medio artístico -ni la pintura ni la poesía- puede comunicar la cualidad específica del sueño tan bien como el cine. Cuando en el cine se apagan las luces y se abre ante nosotros ese punto blanco y luminoso, nuestra mirada deja de revolotear de un lado a otro, se posa y se queda inmóvil. Nos quedamos sentados, dejando que las imágenes fluyan sobre nosotros. Nuestra voluntad deja de funcionar. Perdemos la capacidad de ordenar las cosas y colocarlas en su sitio. Nos vemos arrastrados a un curso de acontecimientos, somos partícipes de un sueño. Y fabricar sueños es un negocio jugoso.