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  • Cuando estaba en la Universidad de California en Berkeley, asistí a algunas clases en las que debía de haber más de cuatrocientos alumnos. Casi siempre me sentaba en el fondo del auditorio para poder leer el periódico. Recuerdo que un día me quedé hasta tarde para hacer una pregunta al profesor y, cuando llegué hasta él, lo único que pude pensar fue: "Así que éste es el aspecto del profesor".