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  • Por primera y única vez, me preocupaba más que el público me hiciera daño que el tipo contra el que luchaba. Recibí una buena descarga cuando me presentaron. El público gritaba y alborotaba. Busqué a mi guardaespaldas, un pintoresco personaje neoyorquino llamado Wild Bill Lyons, que llevaba dos pistolas con mango de perla y solía hablar mucho de sus días en el Oeste. Wild Bill estaba escondido bajo el ring.

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