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Una de las funciones de la libertad de expresión en nuestro sistema de gobierno es invitar a la controversia. De hecho, puede servir mejor a su alto propósito cuando invita a una condición de malestar, crea insatisfacción con las condiciones tal como son, o incluso agita a la gente a la ira. El discurso es a menudo provocador y desafiante. Puede golpear los prejuicios y las ideas preconcebidas y tener profundos efectos perturbadores al pasar por la aceptación de una idea.