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  • Es cierto, dice Liebeg, que miles de personas han vivido sin conocer el té y el café; y la experiencia cotidiana nos enseña que, en determinadas circunstancias, se puede prescindir de ellos sin desventaja para las funciones meramente animales, pero es un error, ciertamente, concluir de ello que se puede prescindir totalmente de ellos en lo que se refiere a sus efectos; y cabe preguntarse si, si no tuviéramos té ni café, el instinto popular no buscaría y descubriría los medios de sustituirlos.

    Isabella Beeton (2006). “Mrs Beeton's Household Management”, p.825, Wordsworth Editions