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El olor del café cocinándose era un motivo para crecer, porque a los niños nunca se les permitía tomarlo y nada embrujaba las fosas nasales hasta el granero como el aroma del café hirviendo.
El olor del café cocinándose era un motivo para crecer, porque a los niños nunca se les permitía tomarlo y nada embrujaba las fosas nasales hasta el granero como el aroma del café hirviendo.