Los hombres están cualificados para la libertad civil en proporción exacta a su disposición para poner cadenas morales a sus propios apetitos... en proporción a su disposición para escuchar los consejos de los sabios y buenos, en lugar de los halagos de los truhanes. La sociedad no puede existir, a menos que un poder controlador sobre la voluntad y el apetito sea colocado en algún lugar; y cuanto menos de él haya dentro, más debe haber fuera. Está ordenado en la constitución eterna de las cosas, que los hombres de mentes destempladas no pueden ser libres. Sus pasiones forjan sus grilletes.