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El animal se limita a hacer una cama, que calienta con su cuerpo en un lugar resguardado; pero el hombre, habiendo descubierto el fuego, encajona un poco de aire en un apartamento espacioso, y calienta eso, en vez de robarse a sí mismo, hace de eso su cama, en la que puede moverse despojado de ropas más aparatosas, mantener una especie de verano en medio del invierno, y por medio de ventanas incluso admitir la luz y con una lámpara alargar el día.