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  • No hay gente corriente. Nunca has hablado con un simple mortal. Las naciones, las culturas, las artes, las civilizaciones son mortales, y su vida es para la nuestra como la vida de un mosquito. Pero es con los inmortales con quienes bromeamos, trabajamos, nos casamos, desairamos y explotamos: horrores inmortales o esplendores eternos. Esto no significa que debamos ser perpetuamente solemnes. Debemos jugar. Pero nuestra alegría debe ser del tipo (y es, de hecho, del tipo más alegre) que existe entre personas que, desde el principio, se han tomado en serio mutuamente: sin chulerías, sin superioridad, sin presunción.

    C. S. Lewis (2014). “Christian Reflections”, p.11, Wm. B. Eerdmans Publishing