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  • Sonrió comprensivamente, mucho más que comprensivamente. Era una de esas raras sonrisas con una cualidad de seguridad eterna, que uno puede encontrarse cuatro o cinco veces en la vida. Miró -o pareció mirar- a todo el mundo eterno durante un instante, y luego se concentró en ti con un prejuicio irresistible a tu favor. Te comprendía tanto como tú querías ser comprendido, creía en ti como a ti te gustaría creer en ti mismo, y te aseguraba que tenía precisamente la impresión de ti que, en tus mejores momentos, esperabas transmitir.

    F. Scott Fitzgerald (2013). “O Grande Gatsby: The Great Gatsby: Edição bilíngue português - inglês”, p.174, Editora Landmark LTDA