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  • Todas las leyes con el propósito de hacer que el hombre adore a Dios, nacen del mismo espíritu que encendió los fuegos del auto da fe, y construyó amorosamente las mazmorras de la Inquisición. Todas las leyes que definen y castigan la blasfemia -haciendo que sea un crimen dar tus ideas honestas sobre la Biblia, o reírte de la ignorancia de los antiguos judíos, o divertirte en sábado, o dar tu opinión sobre Jehová, fueron aprobadas por fanáticos impúdicos, y deberían ser derogadas de inmediato por hombres honestos. Un Dios infinito debería ser capaz de protegerse a sí mismo, sin tener que asociarse con las legislaturas estatales.

    Robert Green Ingersoll (1907). “The works of Robert G. Ingersoll”, p.312, Library of Alexandria