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  • Cuando descendemos hasta el fondo de la pérdida y moramos pacientemente, con el corazón abierto, en la oscuridad y el dolor, podemos volver a subir con nosotros la dulzura de la vida y el regocijo del crecimiento interior. Cuando ya no hay nada que perder, encontramos el verdadero yo, el yo que es completo, el yo que es suficiente, el yo que ya no busca en los demás la definición, ni la culminación, ni nada que no sea compañía en el camino.

    Elizabeth Lesser (2010). “Broken Open: How difficult times can help us grow”, p.81, Random House