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Las naciones "desarrolladas" habían otorgado al "libre mercado" el estatus de dios, y estaban sacrificando en su beneficio a sus agricultores, tierras de cultivo y comunidades, sus bosques, humedales y praderas, sus ecosistemas y cuencas hidrográficas. Habían aceptado la contaminación universal y el calentamiento global como costes normales de hacer negocios.