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La libertad de pensar, y de expresar nuestros pensamientos, es siempre fatal para el poder sacerdotal, y para esos fraudes piadosos en los que comúnmente se funda.
La libertad de pensar, y de expresar nuestros pensamientos, es siempre fatal para el poder sacerdotal, y para esos fraudes piadosos en los que comúnmente se funda.