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Lo que yo solía respetar no era realmente la aristocracia, sino un conjunto de cualidades personales que la aristocracia desarrollaba entonces mejor que cualquier otro sistema. . . un conjunto de cualidades, sin embargo, cuyo mérito residía únicamente en una psicología de desinterés no calculador y no competitivo, veracidad, valor y generosidad fomentada por una buena educación, un mínimo estrés económico y una posición asumida, Y TAN ALCANZABLE A TRAVÉS DEL SOCIALISMO COMO A TRAVÉS DE LA ARISTOCRACIA.