Autores:
  • Para perdonar las incesantes provocaciones de la vida cotidiana -para seguir perdonando a la suegra mandona, al marido acosador, a la esposa regañona, a la hija egoísta, al hijo engañoso-, ¿cómo podemos hacerlo? Sólo, creo, recordando dónde estamos, dando sentido a nuestras palabras cuando decimos en nuestras oraciones cada noche: "Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". No se nos ofrece el perdón en otras condiciones. Rechazarlo es rechazar la misericordia de Dios para con nosotros mismos. No hay excepciones y Dios habla en serio.