Pronto llegará el momento en que mi nieto anhelará el grito de un somorgujo, el destello de un salmón, el susurro de las agujas de un abeto o el chillido de un águila. Pero no se hará amigo de ninguna de estas criaturas y cuando su corazón se duela de añoranza, me maldecirá. ¿He hecho todo lo posible para mantener el aire fresco? ¿Me he preocupado lo suficiente por el agua? ¿He dejado que el águila vuele en libertad? ¿He hecho todo lo posible para ganarme el cariño de mi nieto?