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  • Tenemos que llegar a los millones de habitantes de las ciudades, a los cientos de miles de los centros industriales, a las decenas de miles de las ciudades medianas, a los miles de las ciudades pequeñas y a los cientos de los pueblos, a todos a la vez. Como una erupción volcánica, una revolución espiritual debe extenderse por todo el país, para espolear a la gente a tomar decisiones cruciales. La gente tiene que reconocer la inutilidad de dividir la vida en política, economía, humanidades y religión. Debemos despertar a una vida en la que todas estas cosas estén completamente integradas.