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  • Donde la fe no se mantiene continuamente en movimiento y ejercitada, se debilita y disminuye, de modo que ciertamente debe desvanecerse; y, sin embargo, nosotros mismos no vemos ni sentimos esta debilidad, excepto en tiempos de necesidad y tentación, cuando la incredulidad hace estragos con demasiada fuerza; y, sin embargo, por esa misma razón la fe debe tener tentaciones en las que pueda luchar y crecer.