De hecho, la caseína [la principal proteína de los productos lácteos] es el carcinógeno químico más "relevante" jamás identificado; sus efectos cancerígenos se producen en animales a niveles de consumo cercanos a los normales, a diferencia de las sustancias químicas medioambientales cancerígenas que se administran a animales de laboratorio a unos cientos o incluso miles de veces sus niveles normales de consumo.