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La moral es una montaña que no podemos escalar por nuestros propios esfuerzos; y si pudiéramos, sólo pereceríamos en el hielo y el aire irrespirable de la cumbre, faltos de esas alas con las que hay que realizar el resto del viaje. Porque es a partir de ahí cuando comienza el verdadero ascenso. Las cuerdas y los piolets "se acaban" y el resto es cuestión de volar.