Un cielo verde mar: lámparas floreciendo en blanco. Es tierra marginal: campos de alambre tendido, de neumáticos sin huella en las cunetas, frigoríficos muertos a sus espaldas y ponis hambrientos surcando el barro. Es un paisaje plagado de parias y fugitivos, de afganos, turcos y kurdos: de chivos expiatorios, con cicatrices de botellas y quemaduras, que cojean de las ciudades con las costillas rotas. Las formas de vida aquí son desechos, o anomalías: los gatos volcados desde los coches a toda velocidad, y las ovejas de Heathrow, con el vellón coagulado por el hedor del combustible de aviación.