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Si intento utilizar estrategias y tácticas de influencia humana para conseguir que otras personas hagan lo que yo quiero, trabajen mejor, estén más motivadas, me quieran a mí y a los demás -mientras mi carácter es fundamentalmente defectuoso, marcado por la duplicidad y la falta de sinceridad-, entonces, a la larga, no podré tener éxito. Mi duplicidad generará desconfianza, y todo lo que haga -incluso utilizando las llamadas buenas técnicas de relaciones humanas- se percibirá como manipulación.