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Que Dios, por medio de Cristo, ha puesto un principio en cada hombre, para informarle de su deber y capacitarle para cumplirlo; y que aquellos que viven de acuerdo con este principio son el pueblo de Dios, y aquellos que viven desobedeciéndolo no son el pueblo de Dios, cualquiera que sea el nombre que lleven o la profesión que hagan de religión. Este es su antiguo, primero y permanente testimonio: con esto comenzaron, y esto dieron y dan al mundo.