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No podemos asegurar mejor nuestra felicidad eterna que viviendo y muriendo al servicio de los pobres, en brazos de la Providencia y con auténtica renuncia a nosotros mismos para seguir a Jesucristo.
No podemos asegurar mejor nuestra felicidad eterna que viviendo y muriendo al servicio de los pobres, en brazos de la Providencia y con auténtica renuncia a nosotros mismos para seguir a Jesucristo.