-
Nadie acusa al Pistolero de afecto sensiblero por nada que no sean sus bestias y sus armas. No tiene tiempo. Sirve al menos a tres dioses celosos: su caballo y toda su guarnicionería y arneses; su arma, cuyo más mínimo detalle de eficacia es más importante que la vida de los hombres; y, cuando se ha ocupado de todo esto, el misterio interminable de su arte le manda.