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La naturaleza, más madrastra que madre en varios aspectos, ha sembrado una semilla de maldad en el corazón de los mortales, especialmente en los hombres más reflexivos, que les hace estar insatisfechos con su propia suerte y envidiosos de la ajena.
La naturaleza, más madrastra que madre en varios aspectos, ha sembrado una semilla de maldad en el corazón de los mortales, especialmente en los hombres más reflexivos, que les hace estar insatisfechos con su propia suerte y envidiosos de la ajena.