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La predicación apostólica no se caracteriza por su bella dicción, ni por su pulimento literario, ni por la ingeniosidad de su expresión, sino que opera "en demostración del Espíritu y del poder".
La predicación apostólica no se caracteriza por su bella dicción, ni por su pulimento literario, ni por la ingeniosidad de su expresión, sino que opera "en demostración del Espíritu y del poder".