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  • Bendice, Señor de los siglos y de los milenios, el trabajo cotidiano con el que hombres y mujeres se procuran el pan para sí y para los suyos. También ofrecemos a tus manos paternales las fatigas y sacrificios asociados al trabajo, en unión con tu Hijo Jesucristo, que redimió el trabajo humano del yugo del pecado y le devolvió su dignidad original.