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El 11 de septiembre fue, y sigue siendo, ante todo una inmensa tragedia humana. Pero el 11 de septiembre también supuso un desafío trascendental y deliberado no sólo para Estados Unidos, sino para el mundo en general. El objetivo de los terroristas no eran sólo New York y Washington, sino los propios valores de libertad, tolerancia y decencia que sustentan nuestro modo de vida.