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  • Cuando era un joven bastante precoz, me impresionó profundamente la futilidad de las esperanzas y los esfuerzos que persiguen sin descanso a la mayoría de los hombres por la vida. Además, pronto descubrí la crueldad de esa persecución, que en aquellos años estaba mucho más cuidadosamente encubierta por la hipocresía y las palabras brillantes que en la actualidad. Por la mera existencia de su estómago, todo el mundo estaba condenado a participar en esa persecución. El estómago bien podría satisfacerse con esa participación, pero no el hombre en la medida en que es un ser que piensa y siente.