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En verdad, es una bendición y no una blasfemia cuando enseño que "por encima de todas las cosas está el cielo de la casualidad, el cielo de la inocencia, el cielo del accidente, el cielo del desenfreno".
En verdad, es una bendición y no una blasfemia cuando enseño que "por encima de todas las cosas está el cielo de la casualidad, el cielo de la inocencia, el cielo del accidente, el cielo del desenfreno".