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Una de las lecciones más importantes que el Señor me ha enseñado es que tú no eres tu don. Es decir, no te defines por lo que haces o creas. Jesús es un ejemplo maravilloso de esto. No permitió que la multitud lo definiera por sus considerables dones, aunque ellos trataron de hacerlo. Jesús siempre se aleja de sí mismo y de sus dones, y de ese modo se gana la alabanza del Padre. No somos nuestros dones. Estamos llamados a dar más. Como Jesús, estamos llamados a darnos a nosotros mismos. Ese es el verdadero propósito de nuestros dones: son vehículos para darnos a nosotros mismos.