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  • El envejecimiento no es un accidente. Es necesario para la condición
    humana, querida por el alma. Nos volvemos más característicos de lo que somos por el simple hecho de durar más años; cuanto más envejecemos, más emerge nuestra verdadera naturaleza. Así pues, los últimos años tienen un propósito muy importante: la realización y la confirmación del propio carácter.