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  • Nos recibe el ministro, cuya sonrisa integradora y desprejuiciada no dista mucho de una mueca. ¿Lo he dejado claro? No me gustan los sistemas de creencias y menos aún los que pregonan el fariseísmo. No me cabe duda de que el ministro era un hombre sincero, pero la idea de sinceridad no me impresiona tanto como parece impresionar a los sinceros.