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  • Una vez que conocemos la trama y sus sorpresas, podemos apreciar el arte de un libro sin la habitual confusión y el flujo de savia de la emoción, contentándonos con seguir la acción con ternura e interés, toda la pasión gastada. En lugar de rendirnos a la historia o a los personajes -como debería hacer un buen primer lector-, ahora podemos observar cómo funciona el libro y, en lugar de desvanecernos sobre él como un amante enamorado, empezar a apreciar su complejidad y su artesanía. Sorprendentemente, esta disección no arruina la experiencia. Todo lo contrario: Sólo entonces una obra de arte vive plenamente.