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  • Si alguien me diera un plato de arena y me dijera que hay partículas de hierro en él, yo podría buscarlas con mis ojos, y buscarlas con mis torpes dedos, y ser incapaz de detectarlas; pero déjenme tomar un imán y barrerlo, y cómo atraería hacia sí las partículas casi invisibles por el mero poder de atracción. El corazón ingrato, como mi dedo en la arena, no descubre misericordias; pero que el corazón agradecido barra a través del día, y como el imán encuentra el hierro, así encontrará, en cada hora, algunas bendiciones celestiales.

    Henry Ward Beecher (1858). “Life Thoughts”, p.66