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No hay nada en el mundo como un discurso persuasivo para enturbiar el aparato mental, trastornar las convicciones y corromper las emociones de un auditorio no versado en los trucos y delirios de la oratoria...
No hay nada en el mundo como un discurso persuasivo para enturbiar el aparato mental, trastornar las convicciones y corromper las emociones de un auditorio no versado en los trucos y delirios de la oratoria...