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  • No es el deber de un hombre, como una cuestión de rutina, dedicarse a la erradicación de cualquier, incluso el más enorme mal; todavía puede tener adecuadamente otras preocupaciones que lo ocupen; pero es su deber, al menos, lavarse las manos de él, y, si ya no le da importancia, no darle prácticamente su apoyo. Si me dedico a otras actividades y contemplaciones, primero debo asegurarme, al menos, de que no las llevo a cabo sentado sobre los hombros de otro hombre.

    Henry David Thoreau (2002). “The Essays of Henry D. Thoreau: Selected and Edited by Lewis Hyde”, p.207, North Point Press