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Cuando estamos disgustados, es fácil culpar a los demás. Sin embargo, la verdadera causa de nuestros sentimientos está en nuestro interior. Por ejemplo, imagínate como un vaso de agua. Ahora, imagina las experiencias negativas del pasado como sedimentos en el fondo del vaso. Después, piensa en los demás como si fueran cucharas. Cuando una se agita, el sedimento enturbia el agua. Puede parecer que la cuchara ha enturbiado el agua, pero si no hubiera sedimentos, el agua seguiría siendo transparente pase lo que pase. La clave, pues, es identificar nuestros sedimentos y trabajar activamente para eliminarlos.