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  • No es de extrañar que los psicodélicos sean una amenaza para una jerarquía religiosa autoritaria. No se necesita fe para beneficiarse de una experiencia psicodélica, y mucho menos un sacerdote o incluso un chamán para interpretarla. Lo que se necesita es coraje, valor para beber el brebaje, comer la seta o lo que sea, y luego prestar atención y hacer de ello lo que uno quiera. De repente, las herramientas para el contacto directo con el otro trascendente (llámese Dios o cualquier otra cosa) se quitan de las manos de una élite ungida y se entregan al buscador individual.